Verne predijo algo parecido a internet en una obra inédita hasta finales del siglo XX (“París en el siglo XX”). Y no fue publicada en su época a causa de su concepción catastrófica de la vida y la sociedad, curiosamente, muy similar a la actual. Verne también imaginó la televisión y el helicóptero, así como la subida al poder del Nacional socialismo en la figura de Hitler. El primer submarino fue otra de sus fantasías hechas realidad. El maravilloso Nautilus de “20.000 leguas de viaje submarino” no sólo deslumbró a los lectores por su originalidad, sino también por la autosuficiencia del aparato que permitía vivir en el mar sin tocar tierra firme.
Sin embargo, son sus obras “De la Tierra a la Luna” y “Alrededor de la Luna”, las que han cimentado la fama profética de Verne. En ellas el escritor brinda detalles precisos que, posteriormente, dejaron pasmados a los expertos cuando el hombre puso por primera vez el pie en la Luna. En esas novelas Verne eligió a Estados Unidos como país financiador del proyecto y al estado de Florida para el lanzamiento; un lugar muy próximo a Cabo Cañaveral. Y aún más: en la novela, el aterrizaje también se produce en el mar, a escasas cuatro millas del lugar en el que amarizó el Apolo 11. Tanto la velocidad de la cápsula como sus dimensiones se aproximan mucho a las reales de aquel Apolo 11 tripulado, también por tres astronautas...
Todo esto demuestra que Verne fue un pozo de ciencia. Aunque también existe la creencia de que formó parte de una milenaria sociedad secreta (la masonería) y tuvo acceso a datos que muy pocos hombres conocían. Su atracción hacia la criptografía quedó plasmada en muchas de sus obras y hay quien encuentra un mundo oculto y esotérico incluso en los nombres de sus personajes.