El cambio climático está acelerando el deshielo del Ártico y cambia irremediablemente el hábitat natural de estos animales, que pasan cada vez más tiempo en tierra firme. En la imagen, capturada también hace unas semanas, 200 osos polares hacinados en la isla rusa de Wrangel, en el Ártico, devoran el cadáver de una ballena.
Esta imagen se ha quedado grabada en nuestras retinas. La sobrecogedora muerte de un oso polar hambriento en un Ártico sin nieve, captada por un equipo de National Geographic, ha impactado a millones de personas.
“Nos quedamos allí llorando, filmando mientras las lágrimas se nos caían por las mejillas” relatan Paul Nicklen y Cristina Mittermeier, los fotoperiodistas que han sacado a la luz los últimos momentos del animal.
Desconocemos qué fue lo que provocó la agonía y desesperación de este ejemplar en concreto, pero lo que sí es cierto es que estas imágenes han puesto en evidencia la gravedad del problema al que nos enfrentamos: solo dos de las diecinueve poblaciones de osos polares están en crecimiento, y el impacto del cambio climático es la causa detrás del estado crítico de la población de osos en el Ártico.
Pero aún no es tarde para salvarlo. Con el apoyo de más de ocho millones y medio de firmas, hemos conseguido que la Unión Europea y otros nueve países firmen una moratoria de pesca industrial en aguas internacionales del Ártico, salvaguardando el pescado del que se alimentan los osos y protegiendo su hábitat del impacto de los barcos pesqueros.
Otras amenazas, como las prospecciones petrolíferas, alentadas recientemente por Donald Trump de nuevo, siguen haciendo del Ártico el océano más desprotegido del planeta.
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